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Cuento - Saberse querido
Autor: Jordi Cebrián
/ Domingo 15 de marzo de 2009
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Saberse querido
El emperador exigió a sus consejeros conocer todo lo que su pueblo escribía sobre él. Quiso que cada carta de sus ciudadanos fuera copiada, para poder leerlas cuando quisiera, y ordenó construir un inmenso almacén, de granito y mármol, donde clasificar cada misiva según el autor o el destinatario. Creó un cuerpo de inspectores imperiales, entrenados en técnicas de lectura rápida, que buscaban párrafos donde pudiera intuirse menosprecio o desdén hacia el imperio o su gobierno. El emperador descubrió satisfecho que, tras las primeras condenas a muerte, la opinión que los ciudadanos tenían de él en las cartas, mejoró espectacularmente.
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