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La voz de las mujeres en la resolución del conflicto: Apuntes desde el feminismo
Autora: Begoña Zabala González, de Emakume Internazionalistak
Yolanda jb / Jueves 7 de diciembre de 2006
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Ante el proceso de paz en Euskadi, desde de una perspectiva de género.

Después de decir que estamos enormemente esperanzadas por la declaración de tregua indefinida por parte de la organización armada ETA, así como por el tímido inicio de conversaciones entre los partidos políticos más representativos del panorama político, me gustaría señalar que este comentario va a ir esencialmente a analizar diferentes cuestiones desde de una perspectiva de género y de las alternativas feministas que puede haber en el camino de la resolución del conflicto en Euskal Herria. Dejo de lado, pues, salvo pequeñas menciones, la consideración más general del conflicto y su resolución. Asimismo me gustaría destacar, nada más empezar y para separar cuestiones, que no me parece que estamos hablando sólo de un tema de participación de las mujeres en los espacios públicos, sino del análisis del conflicto desde una mirada de las mujeres y de las salidas feministas al mismo. No me planteo únicamente que en la foto salgan las mujeres participando activamente en las negociaciones que va a haber. Imagino una agenda con temas que afectan específicamente a las mujeres, y con soluciones y salidas especialmente para ellas, o sea, para nosotras, mujeres que habitamos en Euskal Herria. Lógicamente este planteamiento sólo lo podemos hacer desde las mujeres

Nosotras en el conflicto

Quiero reconocer de entrada la dificultad que nos está suponiendo abordar este tema a los diferentes grupos feministas que estamos en ello. A pesar de que es frecuente decir que ya todo está inventado y no tenemos más que mirar a otras experiencias, sencillamente no veo ninguna negociación precedente en la que se hayan tenido en cuenta las cuestiones que afectan esencialmente a las mujeres, de una manera satisfactoria, excepción hecha, quizá, de la consideración de las mujeres como víctimas en los recientes conflictos de violación y asesinatos masivos. Ello no quita para que releamos todas las experiencias y nos alimentemos en alguna medida de lo ya avanzado. Teóricamente y también en la práctica, solo puedo vislumbrar, casi a modo de intuición, que en la resolución del conflicto vasco nosotras tenemos algo que decir, por supuesto, diferente y genérico, pero señalo el esfuerzo que creo que tenemos todas que hacer para acertar siquiera con los parámetros del debate, a ver si realmente estamos hablando de lo mismo y queremos articularun nuevo lenguaje y recrear unos fenómenos hasta ahora muy escasamente insinuados por la historia. En resumen, pienso que esta osadía de entrar de lleno al conflicto y querer ser, no solamente sujeto de la Mesa, sino también protagonista, no tiene que ver ni con la paridad, ni con la igualdad, ni con la participación, con ser ello importante, sino que vislumbra otro paradigma, la consideración de las mujeres como sujeto específico, diferente y genérico. Tradicionalmente y también desde importantes sectores del movimiento feminista, las mujeres hemos asumido la tarea de "pacificadoras", negociadoras o mediadoras en los conflictos. Por nuestra poca implicación en las guerras, por el rol de género que nos ha tocado vivir en la procreación y en el sostenimiento de la vida, por nuestro rol de madres, por ser las supervivientes, por nuestra cultura y ética de negociación,.... por muchas razones que no voy a entrar a analizar y reconociendo su mayor o menor veracidad, así como su diferente importancia y peso en nuestra historia, desde siempre ha habido corrientes de mujeres y en el feminismo ligadas a los gritos pacificadores y a las soluciones negociadas. Esta es una parte importante en nuestro conflicto y ya hay voces -Ahotsak- que están haciendo es-fuerzos unitarios encomiables. No es ésa la participación y el análisis que yo ahora pretendo. Diríamos que va a otro nivel de planteamiento de fondo.

Verdad, justicia y reparación.

Estos tres parámetros, pensamos que universales, son los concitados por muchos grupos de mujeres de América del Sur y Centro América y que nos van a servir de referencia, reformulados, para decir algo sobre nuestra tarea.

— - Cuando decimos verdad, queremos decir que se cuente lo que ha pasado, de verdad, en este caso a las mujeres. En este conflicto que lleva ya tantos años y está causando tantos sufrimientos personales tenemos, por encima de todo, que visibilizar a las mujeres. Cómo actúan, cómo viven el conflicto, cómo son víctimas de la represión y de las tácticas del "enemigo", cómo mueren o son dañadas por las ciegas bombas criminales que ni siquiera se dirigen contra ellas, cómo luchan, cómo pasan por las cárceles, cómo salen de ellas y se reintegran o no en esta sociedad, qué relaciones mantienen dentro de su actividad militante, en la clandestinidad, o en la legalidad en el entorno visibilizado... Ésta, entiendo, tiene que ser la primera tarea, de orden preeminente en nuestro trabajo: realizar un análisis desde una perspectiva de género del conflicto, en lo que se refiere a las vivencias de las mujeres. Hay que señalar, además, que no podemos reducir el papel de las mujeres únicamente al papel de víctimas, con ser éste específico, sino que también constituyen parte del sujeto político del conflicto. En todo caso, es muy importante, por doloroso que nos parezca, que haya un relato femenino, en primera persona, del conflicto. Como se puede ver, esto no depende de la mayoría de las que estamos analizando esto. Tenemos que persuadir a las mujeres que viven el conflicto muy en primera persona que verbalicen la es-pecificidad de género. ¿Tenemos legitimidad para ello? Queremos ser cómplices y también sujetos: nosotras también, lo queramos o no, hemos participado en alguna medida en el conflicto y hemos tomado posición, y lo hemos vivido como mujeres y como feministas. Nosotras conocemos a mujeres que han estado en las cárceles y han sufrido agresiones, violaciones, vejaciones; sabemos de mujeres que han sido madres en las cárceles; hemos visto a mujeres que encarceladas han dejado a sus hijas e hijos con sus familiares; hemos escuchado los relatos de mujeres que al salir de la cárcel han rehecho sus relaciones personales, afectivas y familiares en su entorno; hemos visto a activistas luchadoras que han optado por la maternidad en condiciones de clandestinidad; hemos visto a mujeres que han dejado el activismo y la militancia; seguimos viendo a miles de mujeres cuidadoras de sus familiares más cercanos encarcelados; conocemos a muchas mujeres que han vivido bajo el miedo y la amenaza, viéndola en demasiadas ocasiones cumplida; hemos tenido cerca a mujeres a la fuerza escoltadas, tantas veces ni siquiera por su propio protagonismo... todas estas experiencias tan cercanas y tan específicas en nuestra sociedad de las mujeres, deben ser conocidas y reconocidas como genéricas. A partir de ahí, de visibilizar estas experiencias, sí podemos empezar a hablar de justicia. --- Y cuando decimos justicia queremos decir en realidad asunción de responsabilidades. En este conflicto que estamos viviendo, es muy fácil reconocer, por un lado, a las víctimas de la organización armada ETA y a sus militantes, pues se reconoce y se reivindica expresamente por parte de esa organización, y las víctimas son consideradas como tales mediante disposiciones legales. Pero del otro lado, del lado del aparato del Estado, quedan muy difuminadas las actividades y las acciones que han marcado los relatos antes señalados. Si no se reconoce la actividad represiva desmedida, la dispersión carcelaria, las inhumanas condiciones de las cárceles, las agresiones, torturas y violaciones, las detenciones absolutamente arbitrarias, la criminalización del entorno de ETA.... ¿cómo va a existir un relato y una visibilización de las experiencias de las mujeres afectadas?. Solamente el reconocimiento de las otras, también por parte de ETA, hará justicia a las mujeres que han participado en el conflicto o que han sido víctimas del mismo. Nosotras tenemos que reconocer a las víctimas, en su dolor, y declarar que en éste todas somos legítimamente iguales, aunque las valoraciones políticas, también legítimamente, difieran.

— - Y si se ha visibilizado y se ha reconocido el particular recorrido de las mujeres en este conflicto, y sus costes para ellas, -y para nosotras- la reparación sería sin más la posibilidad de reubicación de las mujeres en su sitio: mujeres con todos los derechos, con todas las posibilidades, con todas las oportunidades para reiniciar o seguir una trayectoria autónoma y querida.

En esta reubicación es donde podemos plantear los derechos en femenino y unirnos todas las mujeres a esa resituación social. Hablaríamos de nuestros derechos más queridos no reconocidos, ni siquiera mentados en pomposas declaraciones autodenominadas universales: el derecho a nuestro cuerpo, a decidir sobre nuestra sexualidad y maternidad; el derecho a nuestra imagen, autonomía e independencia: a no ser la señora de nadie, ni la viuda de un don, ni generalizada en un masculino, ni beneficiaria de prestaciones sanitarias y sociales por el derecho de otro, ni subsumida en el negocio familiar de titularidad patriarcal,....; el reconocimiento del trabajo realizado de cuidados y de reproducción de la vida; el derecho a tener derechos de las mujeres inmigrantes, ..... Y es en esa reivindicación de una reconceptualización de todos los derechos para todas las mujeres donde nos podemos encontrar nosotras y las otras y construir algo en común que nos sitúe a las mujeres en un marco de autonomía y libertad suficiente para decidir nuestro futuro y restañar nuestras heridas pasadas, esperemos que para siempre.

Fuente: Feminismos



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