Os confieso que durante el fin de semana me rondó la idea de buscar una excusa de última hora para justificar mi huida de este acto porque, al pensar que tendría que decir algo, sólo se me ocurrían cosas políticamente incorrectas.

La única razón por la que estoy aquí (a título estrictamente personal) es el aprecio que os tengo.

Quería daros las gracias porque, sin vuestro trabajo y colaboración, esta medida que ahora se llama GES a estas alturas ya no la reconocería ni su padre.

De este invento, a cuya paternidad no renuncio, se me reconoció la custodia mientras hubo dudas sobre su legitimidad, pero, en cuanto la autoridad competente estampó su firma en la partida de nacimiento (que yo había redactado), la criatura pasó a manos de sus numerosos tíos. Desde entonces, el que suscribe, que además se jubila dentro de tres meses, nada sabe sobre el futuro ni nada tiene que decir sobre el presente. En cuanto al pasado nada quiero decir, salvo que los niños se crían mejor con el cariño de los padres que con la tutela de los tíos, que pierden interés y caen en la indiferencia en cuanto la criatura deja de hacer gracias.

A vosotros se os ha encomendado sacar adelante a unos alumnos que son carne de fracaso. Con lo que se ha dicho y lo que se ha hecho en estas reuniones terapéuticas tendríamos un excelente material para elaborar un reportaje, cuyo argumento no voy a desvelar, en el que habría tres personajes bien definidos: los profesores, la administración y los alumnos. Es decir: el bueno, el feo y el malo.

Cuatro años han pasado desde la puesta en marcha de la experiencia. Los mismos que llevan juntos Zapatero y Rajoy. De la misma manera que se nos ha convocado para pronunciarnos sobre el funcionamiento de esa pareja, no sería demasiado pedir que, en el tema que nos ocupa, hubiese, primero datos y después soluciones (si es que se detectara algún problema), al menos sobre estos aspectos:

1º. Si los profesores de los GES están mejor preparados; si están más satisfechos; si tienen la percepción de que alguien les atiende y les reconoce el mérito de su trabajo en condiciones difíciles.

2º. Si los Grupos Singulares están cada día más integrados en el Proyecto Educativo y en la vida de los centros, y si ha aumentado la colaboración de recursos ordinarios con el profesorado específico del GES.

3º. Si el perfil de los alumnos se ha ido precisando cada vez más o por el contrario se ha ido diluyendo hasta convertir el grupo singular en bolsa de desechos o cajón “desastre”.

4º. Si hemos llegado al momento en que las decisiones sobre la continuidad de la medida se pueden fundamentar en el conocimiento de lo que pasa (¿cómo funcionan los grupos?, ¿qué resultados estamos obteniendo con los alumnos y para los centros?) y no en la pura inercia de la maquinaria administrativa.

No sé si alguien se ha ocupado o se va a ocupar de todo eso. Os diré, para vuestro consuelo, que ya llegaréis a jubilados.

Mientras tanto, no vais a tener más remedio que seguir lidiando con el feo y el malo.

QUE SIGÁIS SIENDO BUENOS.