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El caso van Gogh. Bouyeri y los límites de la tolerancia ...
Ian Buruma. Carta a Theo van Gogh
Yolanda jb / Domingo 25 de marzo de 2007
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Theo van Gogh, asesinado el 2 de noviembre de 2004. Van Gogh se dirigía a su trabajo en bicicleta cuando un joven de barba, vestido con una camisa estilo oriental, le disparó varias veces. Van Gogh pidió clemencia y, según se informó, dijo una frase peculiarmente holandesa: “Sin duda, podemos hablarlo”. Entonces, el joven sacó un cuchillo, cortó la garganta de Van Gogh de oreja a oreja, pateó al moribundo y se fue. Al parecer, esperaba morir él mismo como mártir en su guerra santa, pero fue arrestado poco después del asesinato. Mientras tanto, Van Gogh yacía en la calle, con una carta clavada a su estómago con el cuchillo del asesino.

Mohammed Bouyeri -o Mohammed B., como se le llama en la prensa holandesa- no es un gran escritor, pero su carta está redactada en la prosa diáfana de un holandés educado. La carta comienza con un poema de despedida: “Ésta es mi última palabra, cifrada en balas, bautizada en sangre, como lo esperaba”. El poema continúa con eslóganes de la yihad y un mensaje dirigido a Ayaan Hirsi Ali, la política somalí natularizada holandesa, quien escribiera el guión para la última película de Theo van Gogh, Sumisión. Ahí, Ali es llamada una “fundamentalista incrédula” y una hereje al servicio de sus “maestros judíos” mentirosos, “producto del Talmud” que “domina la política holandesa”. Hirsi Ali, rezaba la carta, sería azotada contra el duro diamante del Islam. Estados Unidos, Europa y Holanda, todos estaban condenados.

Mohammed Bouyeri, de veintiséis años, nació en Amsterdam y creció en el viejo barrio de Max Pam. Sus antecedentes familiares son los típicos de un inmigrante marroquí de segunda generación. Su padre habla un holandés vacilante y ha quedado discapacitado tras años de tareas serviles. Puesto que ya no puede hincarse, reza sentado en una silla. Mohammed tiene tres hermanas y un hermano. Su madre murió de cáncer en 2002.

Mohammed nunca fue un vago. Todo lo contrario: tuvo una buena educación media y sus maestros lo consideraban un joven prometedor. Era, como dicen en su barrio, un positivo que sin duda tendría éxito en la sociedad holandesa. Con una ambición que iba más allá de sí mismo, Mohammed ayudaba cuanto podía a los chicos marroquíes en problemas, tenía planes para un programa de jóvenes en su antigua escuela y escribía artículos alentadores para un boletín del barrio. Era alguien que podía hablar con los concejales de la ciudad y con los trabajadores sociales. Conocía bien los intrincados pasadizos del generoso sistema de beneficencia holandés, donde solicitar subsidios requiere de una habilidad esencial.

Sin embargo, las cosas no marcharon como Mohammed esperaba. El subsidio que él mismo había perseguido para un centro comunitario fue rechazado. La promesa de un plan de renovación para la vivienda pública nunca se materializó. La muerte de su madre sobrevino como un duro golpe. Ese año, Mohammed abandonó sus estudios de trabajo social, comenzó a vivir de la beneficencia y se comportó de manera cada vez más rara. En una junta con funcionarios de la comunidad, proclamó a viva voz que Alá era el único dios. Dejó de beber, comenzó a rezar sin tregua, se negó a estrechar las manos de las mujeres y acabó en una mezquita fundamentalista: El Tauhid. Ahí, conoció a sirios y argelinos que habían llegado a Holanda a partir del 11 de septiembre, por lo general desde Francia o Alemania, para impartir educación religiosa. En un sitio de la red llamado marokko.nl, aparecieron mensajes supuestamente escritos por Mohammed que promovían posturas fundamentalistas en torno a temas como el lugar de la mujer en la sociedad.

Tal vez fue la muerte de su madre, o tal vez fue la serie de reveses y decepciones con los que se topó; en cualquier caso, Mohammed perdió su centro. En su diminuto apartamento sostenía juntas con un grupo extremista con sede en La Haya. Un clérigo sirio habló al grupo sobre la guerra santa. Dos de sus nuevos amigos eran occidentales conversos -uno de ellos, hijo de un estadounidense- que hicieron planes para volar el parlamento holandés. Mohammed Bouyeri, que alguna vez fuera un alumno modelo, aparentemente bien adaptado a la sociedad holandesa, se convirtió en un soldado de la guerra santa.

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Foro

  • El caso van Gogh. Bouyeri y los límites de la tolerancia...
    30 de agosto de 2008, por difetoca

    Eso les pasa en europa por adoptar modelos de izquierda democratica tan tolerantes con el terrorismo, aca en USA a ese hp ya lo tendriamos a buen recaudo en Guantanamo con un par de Marines pateandole los huevos todas las madrugadas. como sigan asi en menos de 40 anos seran Euroarabia porque los politicos de izquierda son baratos y los muslmanes tienen petrodolares con que comprarlos y ya no tendran ni cultura ni nada seran solo una provincia de los desadaptados musulmanes. att difetoca

    • El caso van Gogh. Bouyeri y los límites de la tolerancia...
      1ro de septiembre de 2008, por http://www.educarueca.org

      En http://www.educarueca.org intentamos crear un espacio para todo tipo de opiniones siempre que sean respetuosas con las opiniones del resto de la gente. En este caso, lo que dice en tu mensaje, podría haber sido expresado con más respeto y de esa forma se habría abierto un interesante debate. Si perdemos el respeto a quien piensa diferente la comunicación es imposible.

      Yola jb

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