::: Dinámicas para tutoría :::
La difícil tarea de aprender en la sociedad multicultural española
Yolanda jb / Martes 27 de marzo de 2007
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4 + 1 casos reales de inmigrantes en las aulas

Las siguientes crónicas proceden de la experiencia docente del autor con estudiantes extranjeros de trece y catorce años. Aunque por razones obvias los nombres han sido alterados, las historias aquí contadas son reales y ocurrieron durante el curso 2005-2006 en un instituto de las afueras de Valencia (España). Los relatos hablan por sí mismos y retratan la vida cotidiana en las aulas de un país «avanzado».

Alberto Torres Blandina

Profesor de Lengua y literatura castellana

albertukituk@yahoo.es

CARA A: 4 CANCIONES

Luis Eduardo quiere cumplir los 18 años para cortarse la coleta. Lo repite a menudo. Que quiere cortarse la coleta y que su madre no le deja. Ella cree que deben mantener las tradiciones de los saraguro aunque ya no vivan en Ecuador. Le dice que es la única forma de no olvidarse de lo que son. Pero Luis Eduardo odia su coleta. Los demás adolescentes se burlan de él. ¿Todos los peruanos son maricones como tú?, preguntan entre risas. Lo llaman «peruano». A todos los ecuatorianos los llaman «peruanos». Lo curioso es que en el instituto no ha habido nunca ni un solo peruano. Así que Luis Eduardo, el adolescente ecuatoriano, cuenta los días que le faltan para ser mayor de edad y dejar de ser un maricón peruano.

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El profesor pregunta a Jin. Ella agacha la cabeza. En China es de muy mala educación mirar a los ojos al maestro. Niega tímidamente. No quiere hablar. El profesor insiste y consigue que conteste con un débil hilo de voz. La felicita entonces por sus avances. Los niños chinos son muy trabajadores. A veces demasiado. El profesor debe estar muy atento a Jin cada vez que manda tareas para casa. Esto no lo hagas Jin, todavía no tienes el nivel suficiente de español. Sea cual sea la dificultad la niña llevará todo acabado al día siguiente. Aunque esté la noche entera trabajando. Se esfuerza mucho y el profesor quiere animarla. Jin mira fijamente su cuaderno abierto sobre la mesa, muy seria, ajena a las elogios.

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Juan Miguel es colombiano. Sus padres vinieron a trabajar a España hace dos años. Él se quedó en Colombia con su abuela. Un buen día dejó de ir a clase. Le gustaba, dice, pero prefería estar en la calle con los amigos. Finalmente ha podido venir a España, aunque nada es como esperaba. Al llegar ha descubierto que sus padres se han separado y viven en ciudades distintas. Muchos otros niños se encontraron con algo así al llegar. Su madre trabaja muchas horas y apenas puede ocuparse de él. Su padre ya tiene otra pareja y no sabe muy bien cómo hacer frente a un niño adolescente. Juan Miguel va de una casa a otra, sin mucha suerte en ambas. A veces no duerme en ninguna de las casas. Pero eso sus padres no lo saben.

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Annika llegó desde uno de los países de la antigua URSS. Concretamente Lituania. No necesitó más que unos meses para convertirse en la primera de su clase. El nivel académico del antiguo bloque comunista sigue siendo estupendo a pesar de los problemas y conflictos político-sociales. En un tiempo récord su castellano es casi perfecto y su ortografía mejor que la de la mayoría de sus compañeros. Le sorprende, por ejemplo, que los otros alumnos no pongan tildes al escribir. Ella es muy severa al respecto. Le molesta equivocarse. Si le preguntas afirma sin dudar que le gustaba más el colegio de su país. Dice que aprendía más cosas y que los alumnos respetaban a los profesores. Se pone muy nerviosa cada vez que un alumno se enfrenta a un profesor. No puede entender que suceda algo así.

CARA B: LAS CUATRO DE ANTES, PERO ALGO DISTINTAS

Luis Eduardo dice que le gustaría volver a Ecuador. Porque allí su padre era un maestro respetado por el pueblo y aquí -eso no lo dice él pero lo dicen otros niños- un temporero que a veces se queda dormido en el banco del parque junto a una botella de vino. Porque en Loja tiene muchos amigos y aquí, sólo unos pocos ecuatorianos en su misma situación. Porque allí juega a fútbol en un buen equipo y todos le dicen que acabará jugando en el equipo nacional. Pero sobre todo porque aquí no dejan de insultarle, de llamarle maricón por llevar coleta. Un día el profesor pide a algunos de sus compañeros una foto de la comunión. Ellos la llevan a clase sin saber muy bien para qué la quiere. Las muestran orgullosos. Entonces el profesor se las enseña a Luis Eduardo, que no puede evitar reírse. Le dice que no debe preocuparse por su coleta. Le dice que todas las culturas son extrañas desde fuera. Los alumnos no entienden las risas de Luis Eduardo. ¿Qué hay de ridículo en comer el cuerpo de Cristo con un precioso traje de marinerito?

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La hermana mayor de Jin ha ido a ver al profesor. Le pide que no siga felicitando a la niña delante de los otros alumnos. Cree que podrían tomarle manía. En su cultura no es conveniente alabar a un estudiante. Al hacerlo muestra la inferioridad de los otros y está convencida de que puede ser un problema para su hermana.

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Juan Miguel no sabe cómo relacionarse con los demás. Los alumnos suelen reírse de él, de que apenas sabe leer y tiene problemas con operaciones básicas de matemáticas. Él responde con comentarios poco afortunados. No es mal chico, pero no sabe calcular sus palabras y siempre acaba enfureciendo a los otros. Como dirían los psicólogos, carece de las habilidades sociales básicas para su edad. El mes pasado lo tiraron por las escaleras de un empujón. Siempre le dan collejas y empujones cuando sube las escaleras, pero esta vez la cosa fue a más. Cuando le preguntaron no quiso decir quiénes eran los culpables de la agresión. Sus compañeros no lo saben, pero siempre los defiende cuando los profesores le preguntan. No es un chivato. El jefe de estudios le ha ofrecido cambiar de clase, pero se ha negado. Esa es su clase. Ni la esperanza ni el orgullo le permiten cambiarse.

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A final de curso Annika ya no se esfuerza como al principio. Es una niña totalmente integrada -hasta «popular»diríamos, utilizando el término en su acepción más yanqui- y tiene muchos amigos, pero ha dejado de molestarle tener faltas de ortografía y suele llegar con los deberes sin hacer. Un día hasta se atreve a contestar mal al profesor. Cuando la expulsan de clase se pone tensa. Su madre probablemente la castigue. Su madre es lituana y siempre la ha educado en el respeto a los profesores.

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Juan Miguel ha dejado de ir a clase. Un rumor dice que lo vieron durmiendo en el metro, que su padre lo ha echado de casa. Un buen día la Guardia Civil lo lleva al instituto. Lo pillaron haciendo grafitis con otros jóvenes latinoamericanos. Lleva un ojo morado. Hay quien afirma que su padre es el culpable de la agresión. Él dice que se metió en una pelea con otra banda y cuenta orgulloso que el otro recibió más. Sonríe. Dice que ha encontrado amigos con sangre latina, como la suya, y que no va a dejar que los blancos vuelvan a meterse con él. Al día siguiente no volvió al instituto. En realidad ya no volvimos a verlo.

CANCIÓN PARA LA ESPERANZA

Releyendo estas historias me han recordado demasiado a uno de esos guiones desesperanzados de Guillermo Arriaga. No quiero dar una visión catastrofista del asunto. Por último hablaré de Mohammed. El caso de Mohammed es más frecuente de lo que parece. Es un buen ejemplo para acabar: el del adolescente que se integra con bastante normalidad. Mohammed es hijo de un catedrático marroquí y educado en el Liceo Francés de Casablanca. Su don de gentes y su alto nivel académico (a todos los compañeros les fascinaba que hablase cinco lenguas) facilitaron su rápida integración. Casi todos los niños europeos, así como los uruguayos, chilenos, argentinos, etc. suelen integrarse sin demasiados problemas (los lógicos en una situación de cambio). El caso de Mohammed es tal vez un poco diferente por su nacionalidad pero, afortunadamente, no es nada extraño.

EPÍLOGO

En cuanto a las historias relatadas, podrían haber sido otros niños los escogidos. Sus historias hubieran sido muy similares. Conozco muchos adolescentes como Luis Eduardo. En Ecuador era una joven promesa del fútbol y aquí no puede ni siquiera jugar. Las palizas en los vestuarios hicieron que su padre le prohibiese seguir entrenando. Esa es la anécdota particular. Pero en la rabia contenida y en los ojos tristes se parece mucho a otros hijos de inmigrantes.

También he conocido varias chicas como Annika. Annika llegó desde Lituania. Pero sé de otras llegadas de Chile, Marruecos, Ucrania y la Argentina. Todas compartieron su sorpresa al descubrir que este país «avanzado» no lo era tanto. Por desgracia algunas se adaptaron a los avances demasiado deprisa.

El caso de Jin es casi un tópico de diferencia cultural en las aulas. Hay tantas Jin como estudiantes chinos.

Juan Miguel, en cambio, sólo conocí uno. Todavía a veces me descubro pensando en él, preguntándome dónde estará y qué estará haciendo. Quisiera creer que es un caso aislado. Pero sé que no es así.

FUENTE: http://www.revistateina.com



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